SOMOS MOVIMIENTO, constantemente lo estamos haciendo, pero pocas veces lo llevamos a la práctica de manera consciente, es decir, NO ESCUCHAMOS AL CUERPO cuando estamos quizá haciendo una actividad cotidiana, o pasamos horas en una posición que nos genera incomodidad, y no solo esta incomodidad se lleva a cabo sólo en lo postural, sino en lo EMOCIONAL y en cosas que sostenemos QUE NOS HACEN MAL.
El esfuerzo que hacemos muchas veces por sostener algo que es ya
insostenible en varios aspectos, también se traslada a lo físico: un dolor
muscular que perdura, una patología que damos ya por hecho que es de cierta
manera, a un movimiento que nos exigimos hacer pero que nuestro cuerpo rechaza
por naturaleza.
Por SOSTENER o RETENER algo, esas personas pierden la conexión con el
movimiento y por lo tanto la conexión con ellxs mismxs.
Siento que, en el trayecto de este año, teniendo una constancia con el movimiento, con mi cuerpo, escuchando qué necesita, cuándo y cómo, me llevó a ver el movimiento y el vínculo que tengo con él desde otro lado, saber que tengo esa herramienta y poder hacer uso de ella en momentos necesarios, para liberar pensamientos, dolores físicos y emocionales, es un TRABAJO DIARIO donde, hay veces que lo mundano y cotidiano, nos lleva a que haya una desconexión con lo natural, con el movimiento orgánico, pero saber que esa herramienta es noble y que la podemos llevar a cabo, es muy gratificante.
En relación al rol docente, creo que todo se conecta, que es muy importante
llevar a cabo una conexión con el movimiento para poder ENSEÑAR a otras
personas a moverse.
Las PALABRAS que utilizamos, como docentes o personas que enseñan, son
muy poderosas para aquellas personas que están aprendiendo. Me parece
fundamental poder guiar a las personas a que encuentren SU RITMO INDIVIDUAL, a
aprender a ESCUCHAR a su cuerpo, es una práctica diaria para con unx que enseña
y para él/la que aprende.
Trabajo realizado por Candela Penna
(Profesorado de Yoga – Segundo año)
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